Tomando a la madre

Muchos de los desajustes en el sistema familiar hemos visto que vienen por situarnos en una posición de superioridad con respecto a nuestra madre. Además en el caso de las mujeres, la relación con la madre muchas veces es difícil, como si fuera una competición y justo ese es el desajuste del que hablo.

No podemos competir con nuestra madre porque sistémicamente está por encima de nosotras y cuanto antes lo aceptemos, antes pondremos paz en nuestra vida y nuestro sistema. Y está claro que no estaremos de acuerdo en muchas de las cosas que dice o hace pero no se trata de estarlo o justificarlo, simplemente de asentir a ello, de aceptarlo como es.

Las expectativas que a lo largo de nuestra vida tenemos con nuestra madre nos hacen crear una madre ficticia, una madre que no existe. Vivimos pendientes de lo que querríamos que fuera en lugar de aceptar la que tenemos, llena de defectos, de incertidumbres, con sus manías, sus dichos, sus expectativas sobre nosotras.

No es fácil realizar ese duelo con la madre, separarnos de ella, verla como una mujer que tuvo su propia vida, sus propios sueños y que debemos aprender a ver como una adulta independiente a nosotras. Dejar atrás a las niñas que fuimos y enfrentar la vida con lo que tenemos, no con lo que esperábamos tener.

Si a estas alturas de nuestra vida todavía estamos reprochándole cosas que pasaron en nuestra infancia o adolescencia es que todavía no la hemos tomado como es, aún seguimos dando vueltas a heridas del pasado y cuando esas heridas son pesadas como losas lo único que hacemos es echar el ancla en lo que pasó e impedirnos continuar con nuestra vida en el presente.

La mejor manera de honrar la vida que nos dio esa madre es tomarla con todo, con sus luces y sus sombras, sabiendo que ella es la grande y yo la pequeña, que en esta relación ella es la que da y yo la que tomo. Sólo así surge el equilibrio y todo vuelve a su sitio.

En el próximo taller trimestral, MaternARTE, el primero de 2024, vamos a revisar a fondo las relaciones con la madre, la maternidad y el maternaje. En su bibliografía he incluido un libro estupendo, Las otras madres de Laia Aguilar, que muestra desde tres perspectivas distintas formas de ser madre pero también de ser hijas.

En él tres protagonistas, cada una con su historia, se enfrenta a su propia maternidad, conectando desde ahí con su madre y con la hija que es en esa relación. A través de sus relatos se ve ese desajuste con el que empezaba este artículo. Una de sus protagonistas, Jhanet, es una adolescente que viene a España por reagrupación familiar después de once años sin ver físicamente a su madre y sus expectativas la sitúan en un lugar ficticio que al no hacerse realidad la rebajan hasta despreciarla.

“Cuando llegó aquí a España esperaba encontrarse con una mujer rica, poderosa, con collares, de perlas y abrigos largos, que les enviaba dinero cada mes para que las dos vivieran más tranquilas”

En ese desprecio de no encontrar a su madre ideal se pone por encima de ella dañándola y no aceptándola como es, no toma a la madre. Más adelante cambiará la situación y entonces sí la toma como es, pero para ello tiene que hacer todo un proceso personal.

Esto también es importante, no podemos tomarla sin más, sin hacer un trabajo íntimo, sin revisar nuestra vida, nuestras heridas abiertas, nuestras cuentas pendientes. Primero debemos revisarnos a nosotras mismas y desde esa mirada compasiva y con gratitud ir a hacia la madre y tomarla.

Otra de las protagonistas, Emma, está pasando por un mal momento emocional y no se siente acompañada por su madre, piensa que ella se comporta frívolamente y no tiene en cuenta si puede o no sostener lo que está pasando, simplemente la culpa por no hacerlo.

“ Pienso en todos los muertos de la familia, de los cuales no se habla ni se ha hablado nunca. Cuando mi padre murió (…) mi madre decidió callar y apuntarse a unos cursos de yoga” 

De esta forma la desacredita como adulta, no respeta sus emociones y arrastra expectativas hacia ella. Sólo abriendo la mente a lo que pudo haber pasado ella en su vida será capaz de entender su actitud en el presente. Sólo con esa mirada compasiva será capaz de tomar a la madre. En este caso ella debe hacer también todo un proceso de duelo y permitirse el dolor que lleva reteniendo toda la novela.

Hay ejemplos muy gráficos en otros dos libros que también tenemos en la bibliografía del taller: El baile de Irène Némirovsky y ¿Ha muerto mamá? de Vigdis Hjorth ambos interesantísimos a nivel sistémico.

Tomar a la madre pues es aceptar que es una mujer que hizo lo que pudo con las herramientas que tenía, que no conocemos apenas nada de su vida anterior a nosotras, que tiene más experiencia y que por encima de todo nos hizo el mejor regalo: la vida

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