
Conocer las Constelaciones familiares nos da un nuevo enfoque en todo aquello que vemos y leemos. Ahora cuando leo un libro no puedo dejar de ir desgranando los sistemas que lo ocupan, los Órdenes del amor entre sus protagonistas y los distintos desequilibrios que se dan entre ellos. Hago lecturas sistémicas y las disfruto doblemente.
En este caso he elegido uno de los libros del próximo taller, Fin de temporada, de Ignacio Martínez de Pisón, y además de todo el contenido que trabajaremos en MaternARTE con relación a la madre y su maternidad, es una caja de sorpresas en cuanto a desórdenes sistémicos.
En este caso voy a hablar de geometría relacional y en concreto de la triangulación que se da entre la madre y el hijo.
Sin desvelar nada importante de la novela, para no chafar la trama a quienes no la hayan leído, me voy a centrar en la relación que tienen esa madre y ese hijo: El hijo se sitúa como pareja de la madre y desde este lugar no puede dar espacio a otra relación en su vida.
Este desorden hace además que la madre tampoco busque o tenga otra pareja. Se queda muy a gusto en la que tiene con su hijo que es además confidente y en palabras de ella todo lo que tiene en su vida, frase que hace que aún más se acerquen el uno a la otra.
A lo largo de la novela se va viendo como la relación fluye, tiene altibajos y se estanca, para volver a empezar donde estaban. Eso no hace ningún bien al hijo ya que se aprecia que elegiría otras opciones pero no lo hace. Las lealtades ocultas que le unen a la madre le acercan tanto a ella que no puede tomar distancia para verse en otro lugar.
La infelicidad puede estar servida para uno o para ambos, ya que cuando uno de los dos quiere tomar otro camino sin duda hará daño al otro y en ese bucle ninguno de los dos toma la decisión de salir de la relación.
Cuando vemos este tipo de relaciones en consulta podemos trabajar con tomar al padre, que justo es lo que le falta al protagonista. Vemos que a lo largo de su vida le ha faltado el referente de esa figura paterna y no sabe muy bien cuál es su lugar en ese sistema.
Además se ve que repite patrones para no dejar de ser leal a su madre: Yo como tú, mamá y eso le hace tremendamente infeliz.
La sobreprotección materna se puede trabajar, como he dicho anteriormente, tomando al padre: Yo sólo soy el hijo. Él es el grande, yo el pequeño. De esta forma el padre vuelve a ocupar su lugar junto a la madre y el hijo queda libre de esa atadura para poder vivir su vida.
En un movimiento más amplio, y en caso de que ese protagonista acudiera a nuestra consulta, podríamos trabajar con él y su padre para que se reforzara su relación: Me hiciste tanta falta y para cerrar heridas abiertas: Ahora te doy tu lugar.
Te invito a leer la novela y fijarte en estos detalles que la enriquecen y la hacen aún más interesante.
Si te resuena algo de lo que lees y te apetece conocer las Constelaciones Familiares, puedes ponerte en contacto con nosotras.
