Tomar al padre

Hay una frase sistémica que dice que sin madre no hay vida, pero, ¿Qué pasa con el padre?

Desde que nacemos, en la mayoría de los casos, el contacto mayor lo hacemos con la madre: nos alimentamos a través de ella, aprendemos a sonreír, escuchamos su voz, decimos nuestras primeras palabras…el corazón se nos llena de mamá. En ese aprendizaje de lo que es la vida y el mundo que nos rodea, es mamá la encargada también de introducirnos a la figura del padre: mira, llega papá! enséñaselo a papá! es el mejor papá del mundo! Así aprendemos que nuestro padre, al que quizás vemos menos o se ocupa menos de nosotras, también es importante, tiene su sitio y lo reconocemos en él.

Sin embargo hay ocasiones en que esa relación de pareja no es demasiado buena, no cumple las expectativas de esa madre y por lo tanto su insatisfacción puede traducirse en palabras poco amables hacia ese padre: tu padre no vale para nada, tu padre andará por ahí con sus amigos, tu padre es un tal o cual. En otras ocasiones nos utilizará como confidentes de asuntos que no nos conciernen: tu padre no me satisface en la cama, tu padre es un cobarde, tu padre tiene una amante…También puede ser un padre con adicciones y que nuestra madre no supiera cómo lidiar con ellas. En el momento en que ella le mira mal por su adicción, nosotras también lo hacemos.

De esta forma ese amor por el padre queda interrumpido porque hay algo que se pone en medio: mamá. Ella no nos deja tomar al padre como debemos y acabamos por «odiar» a nuestro padre a través de sus ojos, palabras, gestos…

Al igual que sin madre no hay vida, sin padre no hay éxito, no hay prosperidad y nos podemos encontrar con que nuestros trabajos nunca nos satisfacen, con tener vidas mediocres.

En estos casos hay que mirar bien al padre, entendiendo que nosotras no tenemos nada que hacer en los asuntos de «los mayores» y dejándolos con ellos. Debemos además mirar al padre para poder decirle: Tú eres el grande, yo la pequeña. Tú das, yo tomo. Y de igual manera mirar a la madre en esa ecuación para recordarle que Él es el grande y yo la pequeña.

Poder tomar a los padres y darles su lugar, como padres. Dejar a un lado su conyugalidad porque es cosa suya, dejar a un lado sus vidas como hombre y mujer, porque son suyas y honrándoles por lo que suponen en nuestras vidas: padre y madre. Sabiendo que nos dieron el regalo de la vida y que sólo por eso ya les honramos. El resto es cosa suya, con ellos lo dejamos.

Cuando en consulta trabajamos este asunto salen a colación casos de violencia de género: padres que han maltratado a las madres, y resulta difícil hacer entender que tomar al padre no es justificar lo que hizo, es simplemente reconocer que hiciera lo que hiciera, es tu padre. Después está en tu mano el trabajar ese camino de perdón por lo que pudo hacer, o no.

Abrazar a tu padre tal y como es, es también abrazar la parte de él que vive en ti, con todas sus luces y sombras. Cuando tomas a tu padre, también estás honrando en ti a su parte.

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