
Hace un tiempo mis alumnas del grupo presencial de los sábados me regalaron un estuche de cartas oráculo que utilizamos de vez en cuando para finalizar las sesiones y ver si lo que sale tiene algo que ver con lo que estamos trabajando.
Este tipo de estuches con cartas que contienen mensajes es cada vez más habitual y muchas marcas y algunas profesionales tienen los suyos propios.
Hoy, mientras ordenaba ideas para un próximo artículo para el blog me he fijado en la cajas y me he dicho…¿por qué no saco una y hablo sobre lo que salga?
Dicho y hecho.
Esta tarde tenemos sesión de fotogenograma y la carta que ha salido tiene mucho que ver con lo que vamos a trabajar: el linaje paterno.
En ocasiones se nos quedan cosas sin decir, heridas abiertas y muchos rencores y eso sólo hace que nuestro proceso de autoconocimiento y escucha vaya más lento, que las piezas no acaben de encajar, que el alma siga sin sanar lo que debe para poder volar libre.
Qué bonito es poder perdonar si así lo queremos, si se dan las circunstancias, si ya hemos hecho el duelo de la afrenta, si estamos en ese momento.
Aunque lo ideal sería caminar por el con las botas del perdón, este no siempre es posible. A veces las afrentas son tan graves que pueden más las ganas de venganza, y está bien, sólo hay que dejar que se posen. Después no tienes por qué perdonar si no quieres, de hecho hay quien merece esa penitencia.
Lo importante es que te perdones a ti misma por aquello que pensaste sobre ti, por lo que pudiste decirte entonces.
Eso es lo único que cuenta, el perdón hacia una misma y hacia quienes lo merecen.
