
No sé si ha sido casualidad o que el Universo me ha allanado el camino pero de repente buscando qué leer, de todo lo que tengo pendiente, abrí La tristeza del samurai de Víctor del árbol y me vi envuelta en una trama que, curiosamente, sigue en parte a la novela de La península de las casas vacías que acababa de terminar.
La historia es otra maravilla para trabajar Fotogenograma y sobre todo para ver los movimientos constelares que arrastramos intergeneracionalmente. La novela es un auténtico tejido familiar que se va desgranando y que implica a varias generaciones y cómo las cargas de los unos inciden en la vida de los otros.
Siempre me sorprenden los finales de Víctor del árbol y este no ha sido una excepción. Es el único libro suyo que no había leído y por algo era…estaba esperando su momento y ese era ahora.
¿Cómo nos afectan los secretos familiares?
Cuando trabajamos desde las Constelaciones familiares, a veces hay movimientos que no son claros, los representantes miran hacia algún sitio sin que haya necesariamente alguien allí. Muchas veces lo que indican son secretos que no se han hablado en el sistema, son excluidos que piden ser vistos y reconocidos. Lo que hacemos con ellos es darles su lugar sin importar lo que haya sido ocultado. No necesitamos más información, sólo dejarlos en el sistema y continuar con nuestra vida.
Esos secretos pueden ser muertos que no han sido nombrados y que también necesitan ser incluidos en nuestro sistema, ya que cuando alguien ha matado a alguien pasa a formar parte de ese sistema, al igual que cuando alguien salva a alguien.
Los hechos de vida y muerte se quedan prendidos en nuestro sistema y necesitan tener su propia voz.
Una vez que se les da lugar y voz ya tienen su propio sitio.
No podemos cargar con secretos y culpas que no fueron nuestros, necesitamos soltar esas cargas para honrar nuestras vidas y vivirlas lo mejor que podamos.
Esta novela está llena de estos secretos y de lo que pasa con ellos cuando intentamos meterlos bajo la alfombra.
