
Asentir a lo que fue y aceptar que pasó es el único camino para sanar heridas del pasado.
Estas heridas dejan cicatrices, algunas visibles, que nos recuerdan cada día aquello que nos hizo daño.
Aprender a mirarlas con amor, abrazar a aquella mujer que sufrió y darle ahora lo que entonces no fue posible es el triunfo sobre el sufrimiento y la apertura al amor infinito.
Nuestro pasado es inamovible, no podemos cambiar lo que pasó pero sí la forma en que lo miramos y lo almacenamos en nuestro cerebro y en nuestro corazón.
Cambiar la mirada iracunda o vengativa por una mirada compasiva nos acerca más a aceptarnos y querernos como somos, con todas nuestras partes.
El pasado fue real pero nos lo contamos de forma que pudiéramos enfrentarlo. Revisar esas narrativas también es el camino del autoconocimiento. Poder reescribir nuestras historias entendiendo lo que no puedo cambiar y abrazando lo que es para poder aceptarlo.
