La MADRE

Este año estamos trabajando en el grupo de iniciación con las relaciones sistémicas y acabamos este mes reflexionando sobre la figura de la madre y todo lo que ello conlleva. Hemos empezado mirando al sistema de origen y comenzado un viaje en ascenso a través de nuestras ancestras para entender de dónde venimos, cómo eran esas mujeres, qué tipo de vida llevaron, en qué contexto político vivieron, cómo fueron sus infancias, sus adolescencias, sus sueños (si es que los tuvieron), de qué forma llegaron esas mujeres al matrimonio, qué esperaban de él y qué obtuvieron, qué forma aprendieron de relacionarse.

Sólo entendiendo de dónde venimos podemos entender dónde estamos y hacia adónde nos dirigimos: Porque fueron, somos. Porque somos, serán.

Mirando la figura de la madre y cómo la hemos entendido desde nuestros ojos de niñas, podemos analizar como adultas qué tipo de lenguaje del amor hablaba con nosotras y por qué entonces esperábamos algo que no nos daba.

Pero dentro de nosotras puede que haya aún una niña que necesita ser atendida, amada, reconocida y que guarde en una cajita todos los agravios cometidos por esa madre que no sabía que los perpetraba.

¿Qué heridas tienes pendientes con tu madre?
¿Cuántas de ellas tienen como protagonista a una niña o una adolescente furiosa porque no fueron atendidas como esperaban?


Tener heridas pendientes y abiertas en las relaciones con la madre es bastante frecuente, darnos cuenta de que no se van a curar por mucho que lloremos no lo es tanto.
Aquello que no nos dieron no puede ser recuperado. Aquella niña-adolescente no va a volver, igual que no volverá aquella madre a la que implorábamos una mirada, un gesto, un abrazo, un beso…
Ser conscientes de que, ahora, como adultas podemos darnos aquello que nos faltó es tomar a la madre y honrar la vida que nos regaló: De lo que me faltó, ahora me encargo yo.
¿Qué pide a gritos aquella niña?
¿Qué puedes hacer ahora para calmarla?

Sanar la relación con la madre es tomarla tal y como es.
¿Aceptamos a nuestra madre tal y como es o nos gustaría cambiar algo de ella?

Tenemos una idea clara de la madre que nos gustaría tener pero esa idea empaña a la madre que realmente tenemos y eso puede traducirse en una dificultad a la hora de tomarla tal y como es, con sus luces y sus sombras, con todo lo bueno y con lo no tan bueno.
Si ponemos el foco en seguir buscando lo que no tenemos en lugar de disfrutar de lo que tenemos nos llenaremos de frustración, nuestras relaciones se convertirán en un campo de batalla y perderemos siempre.
¿Qué tal aceptar lo que hay?
En Constelaciones familiares trabajamos con una frase: Sí a todo como fue y sí a todo como es.
Parece fácil decirla, pero otra cosa es aceptarla.
Aceptar que tampoco nosotras fuimos o somos las hijas que ellas esperaron, que cada persona tiene su propia vida con sus propias ideas de vivirla, aceptarnos tal y como somos y aceptarlas tal y como son. Ese es el camino.
De momento vamos avanzando en este viaje en el que sanar heridas propias hace que también sanemos las que tenemos pendientes, sobre todo con nuestra madre.
Abrazar a nuestra madre tal y como es, es también abrazar la parte de ella que vive en nosotras, es saber que esa parte tiene un lugar y dárselo. Es ponernos en equilibrio fuera y dentro.
No soy toda esa parte, soy la suma de muchas partes distintas y esa forma parte de mí al igual que otras.
También mi madre es un conjunto de partes propias y heredadas a la vez de su madre y de la madre de su madre…llevar a todas esas mujeres representadas en pequeñas partes dentro de nosotras nos engrandece.

«Eres igualita que tu madre»
¿Qué sientes al escuchar esa frase?
¿Hay algo dentro de ti que se revuelva?

Muchas veces «odiamos» algo en ella: cosas que dice, cosas que hace, algún gesto, alguna frasecita o puede incluso que algo de su físico porque no encaja en lo que nosotras esperamos.
Eso que «odiamos» en la madre, lo odiamos también en nosotras mismas, ya que estamos excluyendo a esa parte de ella que vive en nosotras.
Tomar a la madre pues, es también tomar esa parte de ella que asoma cuando nos miramos al espejo, una parte con la que a veces no estamos de acuerdo, no nos gusta, pero que vive ahí y tiene que ser nombrada, vista, abrazada, aceptada.
En el otro lado está lo que amamos de ella.
¿Qué es lo que más te gusta de tu madre?
Todo eso que amas y aprecias en ella, lo amas y aprecias también en ti y es posible que también lo tengas excluido por pensar que no lo mereces.
Revisar en el espejo lo que menos me gusta y más me gusta pensando a dos bandas: madre/hija es revisarnos también en nuestros papeles de vida. Si reviso la relación con mi madre estoy revisando mi relación como hija y a la vez si soy madre, la relación con mis descendientes.
Poner en orden el sistema es también poner en orden nuestra vida y vivirla plenamente.
Reconozco a mi madre, más allá del daño que pudo causarme, y le doy un lugar, y también a mis vivencias internas. Sí a todo como fue. Sí a todo como es.

Deja un comentario

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close