Lo que no se nombra, no existe. ¿O sí?
Parece que todo aquello que no nombramos parecería no existir, pero no es cierto. Existen muchas cosas que no nombramos y están ahí desde el principio de los tiempos. El no saber su nombre no quiere decir que no existan, tan solo que no las conocemos.
Otra cosa es conocerlas y no nombrarlas por miedo a que se hagan realidad, a que se vuelvan tan grandes que acaben tragándonos enteras.
Muchas de esas cosas pasan en los sistemas familiares, secretos que son como un elefante en una habitación pero que sobreviven en silencio sin que nadie los nombre, ni los mire, ni los roce. Secretos que afectan tanto a quienes los sufren directamente como a los que los sufren sin quererlo.
¿Cómo afectan estos secretos familiares a los descendientes?
- En lo económico: si ese secreto tiene que ver con ganancias ilegales, ruinas, herencias…
- En lo personal: si el secreto tiene que ver con abusos sexuales, maltrato, salud mental, prostitución…
- En buscar justicia: si el secreto tiene que ver con injusticias, venganzas, culpas…
No hace falta saber el secreto que se oculta en nuestro sistema, sólo hay que darle espacio, verlo y reconocerlo. No necesitamos saber, sólo aceptar.
De secretos están llenos los dos libros que traigo hoy. Secretos que afectan a las protagonistas de ambos libros y que influyen en sus vidas de adultas. Ambos libros son autobiográficos y por eso me interesa analizarlos desde la mirada sistémica.

En Luciérnagas, de Natalia Litvinova ese secreto se hace palpable en cómo a toda una generación les negaron de alguna forma lo que había pasado en su ciudad, en cómo le quitaban importancia a lo que estaba sucediendo y en cómo por ello murió mucha gente y otra quedó afectada de por vida. A raíz del accidente de la central nuclear de Chernobil, la protagonista cuenta cómo tuvieron que ser trasladados a otros lugares, deshaciendo así la comunidad y finalmente acabaron en Argentina, un país con otra identidad cultural, otro idioma, otro clima…El relato es estremecedor y más cuando habla de las mujeres de su sistema- los hombres no tienen siquiera nombre en el libro-. Mujeres que sacaron adelante a sus familias pasando por la segunda guerra mundial, siendo castigadas, humilladas y mal miradas en sus comunidades.
El secreto que guarda a la abuela también afecta a la nieta de alguna manera, y esta se pone a investigar qué pudo pasar y poner así en paz a su sistema.
En El Cuerpo de Cristo, de Bea Lema, el secreto está en la salud mental de su madre y cómo hacer como que no pasa nada cuando pasa todo. Es un libro en formato cómic de los más duros que he leído últimamente. A lo largo del libro vamos descubriendo por qué la madre sufre como sufre y qué la lleva a los episodios psicóticos que sufre. Muy interesante uno de los capítulos: Yo te cuido mamá, que conecta directamente con uno de los desequilibrios más interesantes en Constelaciones familiares: el amor ciego, en este caso de la hija hacia la madre.
Entender de dónde venimos y cuál es nuestra historia nos abre la puerta a la aceptación, al sí a todo como fue y al sí a todo como es, pero para ello necesitamos parar y mirar hacia adentro, bucear en el fondo de nuestras almas y comprender su dolor y su sufrimiento. Encarar ese dolor, abrazarlo y saber que forma parte de nuestras vidas pero que somos más que eso, que sólo es una parte más.
La parte más dolorosa que tenemos es también la que nos cuenta como han sido y como somos, es la que nos une, nunca la que nos separa.
