¿Qué pasamos por alto?

Apenas quedan horas para que termine el año y no quiero despedirme de él sin hablar de esta maravilla.

El día que mi hermana quiso volar es necesario, imprescindible y sobre todo nos hace reflexionar profundamente con lo que nos cuenta.

Cuando hay dos mellizos y uno muere, ¿el otro sigue siendo un mellizo o se llama de otra manera?

Con esta frase comienza un viaje largo y conmovedor para entender qué ha pasado para que uno de los dos haya perdido la vida. A través de la mirada de la madre, del superviviente y del psiquiatra, la historia va armando el antes del suceso y va dibujando las circunstancias que llevaron a él.

Un libro que habla de emociones, sentimientos, acoso escolar y cómo se sufre en silencio; habla de pactos entre hermanos, de preferencias por los hijos y sin hacerlo, habla también de lo que no vemos o no queremos ver, de lo que se nos pierde en el camino cuando pensamos que nuestros hijos son felices y en el fondo no lo son.

¿Qué pasa con la culpa? ¿Cómo gestionamos un suceso así?

Este año han perdido la vida muchas criaturas y adolescentes a causa del acoso escolar en todo el mundo. Personitas que en sus casas muestran una normalidad que no sienten, por no preocupar, que piensan que pueden solos, que están convencidos de que hablar es peor.

¿Cómo hemos llegado a esto?

El acoso escolar no es cosa de niños, como se empeñan muchos en decir, es cosa de todo el mundo, aunque ese sufrimiento comience en la infancia. El acoso escolar es asunto de toda una comunidad, ya que deberíamos formar parte de esa educación que tanto pedimos y exigimos. Ahora muchxs autores se atreven a hablar de todo aquello que sufrieron en su infancia (Irene Vallejo entre otras, además del propio autor Alejandro Palomas)

Para educar a un niño hace falta una tribu

También se suma a la ecuación la autoexigencia, muchas veces de la mano de padres y madres que pretenden hacer una carrera con sus retoños a ver quién es el mejor, en lugar de aceptar que son como son y que no se les puede exigir a niveles de adultos.

Si a lo que soportan en casa le añaden lo que tienen que soportar también fuera de ella, el cóctel está servido.

Qué pena que los centros escolares no hagan o no puedan hacer más, qué pena que en casa padres demasiado ocupados no sepan gestionarse y a la vez gestionar emocionalmente a sus hijos y qué pena que se llegue a extremos en que una personita prefiera quitarse la vida a seguir viviendo acosada…¡qué pena!

Reflexionar sobre todo lo que podemos estar haciendo mal y ponerle remedio es el principio de crear una sociedad mejor, en la que se dé importancia a la escucha, a los sentimientos, a las necesidades de cada cual, a la diversidad, a la diferencia, y de momento, eso no existe ni de lejos.

De momento podemos empezar por leer este libro y así comprender mejor el funcionamiento de quienes lo sufren. Y por supuesto, ir a terapia, que también ayuda mucho a clarificar, saber identificar y poner en orden pensamientos, emociones y sentimientos en todas las etapas de la vida.

En cuanto a la lectura sistémica es muy interesante ver qué pasa en un sistema cuando uno de sus miembros muere, en este caso muy joven y de forma dramática. Todo el sistema se queda tocado y su recuperación es lenta y en algunos casos se arrastra de por vida. En este caso pongo la atención en el hermano que queda y su movimiento de muerte ligado a su hermana. También puede suceder con los padres, que una vez muerta la hija pierdan las ganas de vivir, se desocupen del superviviente y se vean todos inmersos en un agujero negro que se lo traga todo.

¿Cómo se sale de ahí?

Como ya he comentado antes con terapia, ayuda médica si es necesario y sobre todo, aceptando el destino de quien se ha ido. No hace falta entender, sólo aceptar: «Acepto tu movimiento y siento que sea hacia la muerte, pero yo, me quedo en la vida».

No es tan fácil como pronunciar estas palabras y que suceda la magia. Esto es todo un proceso largo y penoso de duelo que puede acabar con esta aceptación para que la vida siga adelante o por el contrario, puede terminar con una espiral de movimientos que nos acerquen más al final que a honrar la vida que tenemos. Cada cual elige el suyo. En mi caso, como profesional, mi trabajo es acompañar ese tortuoso proceso para que la persona que lo sufre elija quedarse en la vida y así honrar a quienes se la dieron viviéndola lo mejor posible.

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