Kintsugi: Sanando heridas

Qué fácil es poner una tirita en una herida, limpiarla previamente con Betadine o agua oxigenada, ver que no tiene infección, sacar -si los hay- restos que pueda tener dentro y una vez observada y limpia, cubrirla para que sane. Vigilar durante unos días su evolución mientras se cubre con una costra. Esperar pacientemente hasta que la costra se cae. Seguir adelante con la herida ya curada.

Pero, ¿Qué pasa si la herida no se ve? ¿Qué pasa si creemos que está curada y resulta que sigue supurando cada cierto tiempo?

Hablo de heridas emocionales y físicas infringidas sobre nuestro cuerpo, experiencias que nos hacen enfermar y que si no sanamos bien, seguirán creando infección y provocando malestar hasta ser curadas del todo.

Este trimestre en #Matrioskaje hablamos de este tipo de heridas. Heridas que han podido ser causadas por abusos, maltrato, conductas agresivas hacia nosotras en forma de trastornos alimenticios, adicciones, cortes… También heridas menos graves como rupturas o duelos no cerrados y que también pueden provocar que nuestro cuerpo se rebele y somatice de distintas formas.

¿Qué heridas guarda tu cuerpo? ¿Cómo las expresa?

Los japoneses tienen una técnica artística preciosa, el Kintsugi, que consiste en rellenar con una pasta de oro los rotos producidos en objetos cerámicos, construyendo así un nuevo objeto embellecido con esa pasta dorada. El resultado es espectacular. De la misma forma podemos nosotras embellecer nuestras cicatrices. Esas que han dejado esas malas experiencias.

¿Qué cicatrices han dejado esas heridas? ¿Qué puedes hacer para sanarlas?

Si las cicatrices son visibles podemos lucirlas con orgullo, con la valentía de quienes han sobrevivido a una situación traumática y han salido de ella. También podemos tatuarlas y decorarlas como algo simbólico de esa transformación.

Si las cicatrices no son visibles también podemos darles «voz» a través de tatuajes o expresiones artísticas: dibujo, escritura, escultura.

Lo importante es revisarlas, entender por qué pasó lo que pasó y lo más importante, para qué paso. Una vez hecho ese tramo del camino- si puede ser acompañadas con una buena terapia, mejor- el resto es buscar cómo expresar lo que nos pasó y lanzarnos a ello.

Algunas de esas heridas tienen componentes sistémicos y llegan a nosotras en forma de lealtades desdichadas que nos hacen enfermar por acercamiento a otro miembro del sistema. También revisar nuestra historia desde el Genograma puede darnos pistas para resolver esos conflictos y sanar esas heridas.

En este caso revisaremos si en nuestra lealtad estamos llevando alguna carga por alguien que nos haga enfermar de alguna forma: Yo lo llevo por ti (mamá, papá, abuela…). Yo como tú, mamá, papá… cuando hemos tenido experiencias traumáticas y creemos merecerlas. Estas heridas se suben al carro de la pertenencia y ese carro puede pesar mucho si lo que cargamos no es nuestro, o siendo de nuestro sistema, no nos pertenece.

Liberarnos de esas heridas, saber de dónde vienen y sanarlas no quiere decir que desaparezcan, quiere decir que la próxima vez que piquen porque hay algo que me conecta con su origen, la experiencia será diferente porque yo estaré en otro lugar, entendiendo su porqué y entendiendo que no pudo ser de otra manera. Esa es la verdadera sanación, perdonarnos y seguir adelante honrando nuestra vida de la mejor manera.

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