Miedo&Ira

¿A qué tienes miedo? ¿Cómo lo gestionas? ¿Cómo te llevas con tu parte miedosa?

Este trimestre en Amociones estamos explorando las emociones sistémicas con perspectiva de género y es muy interesante reflexionar sobre aquellas que más se dan en nuestro sistema y sobre todo, en las mujeres de ese sistema. Hemos comenzado por el miedo, esa emoción primaria que nos avisa de un peligro y que las mujeres, en general, padecemos además de forma extraordinaria.

Pasando por alto los miedos más comunes: no ser queridas, no ser reconocidas, no ser suficientes, arrastramos miedos más atávicos: ser agredidas, violadas, asesinadas. En el presente lo tenemos claro, no tenemos más que leer noticias a diario para entender cómo ese miedo nos viene atenazando desde que el mundo es mundo, desde que alguien decidió que, por miedo a que tuviéramos más poder, teníamos que ser consideradas débiles, desvalidas, incompetentes…

No sé tú, pero yo reviso la historia y está llena de mujeres poderosas que poblaron el planeta en el que vivimos, que recolectaban, cazaban, criaban en tribu, sanaban, atendían partos, transmitían oralmente la historia, y de repente esas mismas mujeres fueron apartadas de todos sus cometidos, relegándolas exclusivamente al ámbito doméstico, donde poder ser vigiladas, sometidas, chantajeadas, encerradas, violadas y sin poder contarlo o quejarse por estar prácticamente aisladas.

Y llegamos a nuestra época y seguimos sufriendo lo mismo que ellas en un ambiente edulcorado para que no lo notemos demasiado, con voces que siguen queriendo perpetuar esos roles de sumisión: Yo como vosotras. También cargamos con emociones sistémicas: ese miedo que nos hace pertenecer, que nos iguala a ellas y aunque algunas sacamos los pies del tiesto, cuando la situación se pone fea, callamos y asentimos.

Ese miedo que se perpetúa, que nos sigue clavando al suelo, que no nos deja respirar, va acompañado de una rabia profunda que nos surge de lo más profundo, pero que no nos atrevemos a sacar porque es lo que hemos aprendido: podemos llorar, pero no gritar, que gritar es de histéricas y locas. Y así aprendemos a comernos toda esa ira y a somatizarla en forma de enfermedades que nos consumen, aprendemos a medicalizarla, a relajarnos para poder seguir siendo lo que se espera de nosotras y eso en ningún momento nos beneficia.

¿Qué te produce rabia? ¿Cómo la muestras? ¿Cómo te mira tu entorno cuando lo haces?

No está bonito enfadarse, que te salen arrugas. Sonríe, que estás más guapa. Con ese carácter no vas a encontrar novio. Pobre del que se case contigo.

Estas y otras muchas perlas nos han sido transmitidas de generación en generación como joyas familiares y muchas de ellas han salido por la boca de nuestras abuelas o madres. Romper con estos patrones familiares es difícil porque es romper con las reglas establecidas en el sistema, es ponernos enfrente para decirles: Miradme bien si yo lo hago de otra forma. Esas lealtades invisibles nos llevan a repetir internamente patrones que nos hacen daño, con los que no estamos de acuerdo, pero que llevamos igualmente a cabo para no decepcionar.

¡Decepciona, mujer!

Revisar nuestro sistema y nuestra biografía emocional nos da muchas pistas sobre de quién hemos aprendido a gestionar o no las emociones, de quién copiamos comportamientos, qué repetimos y qué evitamos y qué relación tenemos con todo ese mundo emocional que se nos ha negado en muchos casos.

Deja un comentario

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close