¿Placer sin culpa?

¿Somos capaces de conectar con nuestro placer, disfrutar de él y no sentirnos culpables?

¡Por supuesto! pero no es fácil…

Esta semana hemos trabajado con la culpa y la vergüenza, dos emociones que van de la mano como buenas amigas. Dos emociones que tienen mucho en común y que se retroalimentan la una a la otra. El dúo dinámico en pleno show.

¿Cuándo sueles sentirte culpable?

Debido a nuestra socialización cultural y de género, la culpa la llevamos en vena, viene con nosotras de serie, somos pecadoras desde el mismo momento en que asomamos la gaita entre las piernas de nuestra madre, o a través de su abdomen, en caso de cesárea. El caso es que sin quererlo ni beberlo, corren a bautizarnos por si acaso nos da un parraque y no vamos derechitas al cielo. Ese cielo que nos visten de azul y flores y al que sólo van las niñas buenas. Todo lo que no hacemos bien, es pecaminoso y por lo tanto somos culpables. Somos culpables de todo lo que pasa a nuestro alrededor: de ser malas hijas, de ser malas compañeras, de no criar bien a nuestras criaturas, de criarlas demasiado bien…y sobre todo, por encima de todo, somos culpables de querer disfrutar de nuestro cuerpo y de nuestro sexo.

¡Hasta ahí podíamos llegar! ¿Se habrá visto algo semejante como mujeres disfrutando de su sexualidad sin sentir culpa? ¿No nos han programado sutilmente a lo largo de la historia para que la suframos hagamos lo que hagamos y vivamos desconectadas de nuestro placer?

Pues sí, lo han intentado por encima de carros y carretas, pero no contaban con que somos seres pensantes, cambiantes y no nos hemos conformado con lo que nos han contado. Gracias a todas esas mujeres que desde el feminismo lucharon por entender sus cuerpos y por poner en el centro el cuidado y el placer para vivirlos como toca, y no como nos han dicho.

Una de ellas Shere Hite, cuyo documental podéis ver en Movistar, se dedicó durante años a hacer encuestas sobre sexualidad, femenina y masculina, y se rieron de ella todo lo que quisieron, pero no lograron echarla para atrás. Su estudio recoge miles de encuestas en las que preguntaba sobre sexualidad y sexo, sobre placer, sobre motivación, sobre lo que se sabía y lo que se ignoraba. Puso el clítoris en boca de todo el mundo, sí, y los hizo enrojecer de ignorancia. Ellos, que se creían el centro del universo, que se creían los dueños de nuestros cuerpos y excitación, de repente quedaban relegados a simples compañeros que podían o no satisfacernos porque ya aprendíamos nosotras solitas a hacerlo. Ya no eran necesarios y eso no podían permitirlo así que decidieron humillarla, reírse de ella y echar su trabajo por tierra. No lo hicieron con el informe Kinsley, era un señor…ni con el de Master&Johnson porque también lo encabezaba un señor, pero el de Shere Hite no era válido. ¿De dónde se había sacado esta señora esa idea peregrina de que teníamos un punto que nos daba placer y que era sólo nuestro?

Como mujeres, no seremos libres hasta que aceptemos nuestras propias definiciones de sexualidad y nos hagamos cargo de nuestra propia vida sexual.

En resumen, debemos reevaluar nuestra idea del sexo. Necesitamos crear un nuevo tipo de relaciones físicas que acompaña a una sociedad más humana.

El placer siempre se ha asociado a la culpa o la culpa la hemos asociado al placer, tanto monta, monta tanto, porque a lo largo de la historia nos han enseñado que no somos dueñas de nuestro cuerpo y por tanto no tenemos derecho a disfrutar de él. Somos seres para otros, que diría Marcela Lagarde, y en esas estamos.

Conocernos, escucharnos, explorarnos y disfrutar de lo que es nuestro, es el primer paso para conectar con el placer sin culpa, sin pensar en lo que diría tal o cual, sin pensar en el castigo posterior, sin pensar nada más que en gozarlo.

Y así, pensando en gozarlo bien, llegamos a Dying for sex, una serie que no te puedes perder porque es una joya. La tienes en Disney ya te digo que te va a cambiar muchas cosas. Basada en una historia real, cuenta como Molly a la que dan la mala noticia de que su cáncer ha vuelto y esta vez no hay nada que hacer, decide pasar lo que le quede de vida dándole alegría al cuerpo. No de cualquier manera, tiene un objetivo claro: tener un orgasmo con otra persona.

El motivo de no haberlo tenido tendrás que descubrirlo viendo la serie, pero te diré que es muy revelador cómo muestra el porqué de todo su proceso. También es muy interesante ir acompañando todo su viaje viendo a las personas que la acompañan en él y cómo van cambiando a la vez que lo hace ella. Para nota la explicación que en el último capítulo tiene con la enfermera de paliativos. Es de esas series que te dejan un regusto agridulce pero que guardas con cariño en el corazón.

Y acabamos con la vergüenza y lo que nos perdemos si la sacamos demasiado a pasear. Nos han acostumbrado a avergonzarnos de nuestro cuerpo, de lo que decimos, de lo que pensamos, de lo que hacemos y de esta forma, la vergüenza se convierte en una forma más de control, es decir de violencia de género.

En la serie se ve cómo algo que puede parecer vergonzoso se convierte en algo mágico para ella y le cambia la vida. Para ello tendrá que superar su vergüenza a exponerse, a su propio cuerpo, al juicio externo.

Pensar en lo que hacemos desde la culpa o la vergüenza hace que nuestra vida sea un poco más pobre, que nuestra esencia se esconda, que no podamos ser lo que de verdad deseamos y la vida es muy corta para andarse con tonterías.

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