¿Qué te frustra? ¿Qué te saca de tus casillas? ¿Cómo lo gestionas?
Esta semana hemos trabajado con un grupo de emociones que giran en torno a la frustración: desaliento, decepción, hartazgo. Todas ellas surgen cuando no alcanzamos el objetivo que nos habíamos marcado, es decir, no cumplimos con las expectativas.
¡Ay, las expectativas! Las que nos ponen, las que ponemos y las que nos ponemos. Difícil tarea lidiar con todas ellas.
Es normal frustrarse en un mundo donde parece que, a veces, todo está en nuestra contra:
- Mandatos de género que nos dicen que nunca somos suficientes, que tenemos que esforzarnos más, que no podemos parar. Para ello utilizan todas sus armas: ropa cada vez más pequeña, más ajustada, maquillajes imposibles, influencers que nos venden que lo que vale es lo que vemos, cuando lo que vemos -cuando nos miramos al espejo- es lo que vale.
- Creencias que nos mantienen con la cabeza gacha asumiendo papeles que no son nuestros o que deberían ser compartidos, como los cuidados, que nos cargamos a la espalda como si no hubiera un mañana.
- Relaciones que nos envuelven en la desigualdad, en el maltrato. La corresponsabilidad y la conciliación ni se las ve ni se las espera. No nos engañemos, ha cambiado mucho desde nuestras abuelas y madres, pero queda un largo camino para que la equidad esté sobre la mesa con todas las garantías.
- Burocracia que nos mantiene en interminables colas que no arreglan nada y contra las que no podemos luchar, tanto en sanidad como en otros ámbitos, papeles para todo, certificados para todo, poca escucha, poco tiempo de atención, poca empatía.
- La inmediatez que nos lleva arrastras por una vida que se ha convertido en una carrera de fondo en la que si no te mueves, caducas. Todo lo de ayer es obsoleto. Audios al doble de velocidad para no perder tiempo, series – de uno y dos minutos el capítulo- para consumir contenidos y no perderte nada. El famoso FOBO que nos va a matar…
- Políticas globales que nos dejan sin trabajos, sin viviendas, sin educación, sin nada…y ahí seguimos, votándoles para que se enriquezcan -unos y otros- mientras la humanidad se va por el desagüe.
Con lo bonito que es parar y respirar. Con lo bonito que es la comunidad, la sororidad, los grupos de apoyo, el reconocernos en las demás personas, el hacer nuestra parte.
Nuestra parte. Qué poca frustración habría si tod@s hiciéramos nuestra parte de lo que nos toca, si nos encargáramos de ser cívic@s, educad@s, conscientes de que vivimos en comunidad y no sol@s. Qué bonito que nadie juzgara a nadie por ser diferente, por pensar diferente, por creer diferente, por tener cuerpos diferentes, capacidades diferentes. Qué utopía de la buenas…
Y, ¿Qué podemos hacer frente a tanta decepción y frustración?
Lo esencial sería concentrarnos en, como he dicho, hacer nuestra parte, y en ello están las expectativas de las que hemos hablado al principio. Soltar las expectativas ajenas es fácil: podemos poner límites, espacio, tiempo. Podemos deshacernos de relaciones que no nutran. Pero, ¿Qué pasa con las propias expectativas? Aquí sólo hay una respuesta: autoconocimiento. Ahondar en nuestra relación con nosotras mismas para entendernos mejor, escuchar lo que necesitamos y sobre todo, aceptarnos tal y como somos. En el momento en que lleguemos a esta meta, todo está ganado. Ya dará igual lo que esperen o no de nosotras porque sabremos que ya SOMOS y frente a eso, el resto da igual.
Hemos elegido esta semana Desmontando un elefante para entender esas expectativas desde la mirada sistémica con una premisa interesante: madre alcohólica e hija salvadora. A lo largo de la película se va viendo esta dificultad, que además es un desorden sistémico. La hija, «madre de su madre» cuida de ella dejando a un lado su vida, sus proyecto, sus deseos, y se pierde en unos cuidados que no la corresponden. ¿Dónde está ella en todo esto? Frustrándose. Lo hace porque espera que todo vaya como ella ha decidido que quiere que vaya, y no como va.

Esperar que las demás personas bailen al son que nosotras tocamos es darnos de cabeza contra una pared.
En este caso, habiendo una adicción por medio, es más difícil. Nadie deja una adicción porque tú se lo pidas. Primero habría que ver qué está llenando con esa adicción, y eso es algo que trabajamos desde la terapia, es muy difícil poder verlo sin recursos ni herramientas en la propia familia, y sobre todo, porque la decisión debe partir de quien la sufre y no de quien espera en los márgenes.
La hija se frustra porque ve que su madre ha tomado una decisión que no es la que espera, pero es la suya y eso es lo que debe respetar por mucho que la duela lo que está haciendo con su vida.
Hablaba antes de cómo gestionar esa frustración y aquí se ve estupendamente: poniendo tierra de por medio y dejando que esa persona se ocupe de su vida.
Por lo tanto, cada vez que te frustres por algo, piensa en las expectativas que lo generan para entender de dónde vienen. Una vez localizadas si son de otras personas piensa que no te toca a ti lidiar con ellas y si son tuyas revisa tus creencias y mandatos para ponerlas en su sitio. Seguirán saliendo, pero cada vez verás que tardas menos en rebajarlas.
