Cuenta un relato que un colibrí transportaba unas gotas de agua en su pico para luchar contra un incendio en el bosque cuando el búho se burló de él por lo cómico de la situación. «Yo hago mi parte» respondió el colibrí.
¿Qué haces tú? podría haber continuado. Esa es la mejor herramienta que tenemos al alcance de nuestra mano, nuestra voluntad para cambiar las cosas que no nos gustan, para luchar por lo que creemos justo, y da igual si la acción es pequeña. Nosotras hacemos nuestra parte.
Como dice el dicho: un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Si cada una de nosotras hiciera su parte podríamos empezar a cambiar muchas cosas…
Este trimestre estamos trabajando conjuntamente compasión y perdón en Comperdón aprendiendo juntas y por separado a que cada cual debe responsabilizarse de sus actos y sus consecuencias.
Podemos poner el foco fuera pero donde interesa que dé la luz es dentro. Sólo desde un interior limpio y aireado podemos dejar salir esa compasión y ese perdón tan necesario para continuar con nuestras vidas.
Es necesaria, cada vez más, una mirada compasiva hacia lo que nos rodea, hacia las demás personas y, por supuesto, hacia nosotras mismas. Una mirada llena de amor por todo lo que hemos pasado hasta llegar a quienes somos hoy, sin recriminaciones, sin violencia, sólo tomando conciencia de que en cada momento de nuestra vida hicimos lo que pudimos con las herramientas de las que disponíamos. Una mirada que también se traduce en perdón, sobre todo hacia nosotras, a perdonar aquello que tanto daño nos hizo, dejarlo ir, liberarnos de esa carga.
En el taller hablamos de lo imperdonable, y lo hay, y no es necesario perdonar a ciertas personas que nos hirieron en lo más profundo. Sí es necesario dejar ir lo que pasó, perdonar que no supiéramos hacerlo de otra forma, no engancharnos al rencor porque eso es un ancla muy poderosa. Soltar para sanar.
Y lo estamos haciendo revisando nuestras vidas, nuestros sistemas de origen, nuestros sistemas actuales, poniendo en orden lo que pasa en nuestras vidas. Si nosotras nos movemos, el mundo se mueve con nosotras.
Yo hago mi parte, ¿Qué estás haciendo tú? Si la respuesta es nada o no lo suficiente podemos entrar en la barrena de la frustración y nada más lejos de nuestra intención. La pregunta no es para dañar, es para reflexionar porque podemos hacer mucho con pequeños gestos. No hace falta intentar salvar el mundo nosotras solas, pero sí hace falta que no nos mostremos indiferentes, hace falta que levantemos la voz desde donde podamos hacerlo, desde nuestros círculos más cercanos, desde nuestro derecho a votar, a manifestarnos, a comentar con datos certeros, a dar nuestra opinión con respeto. Podemos hacer mucho y a veces no hacemos nada.
Te propongo el ejercicio de pensar en qué puedes hacer tú en cada situación difícil que se te ponga delante. Verás cómo te sorprendes. A veces basta con escuchar, con respirar con otra persona, con sostener, con una llamada de teléfono, con un abrazo…Podemos hacer mucho con muy poco.