Esta mañana me ha pasado algo curioso.
Bajando a mis perros, me he encontrado con una señora que tiene una perrita que juega muy bien con los míos. La llevaba atada y me ha extrañado…, al preguntar si le pasaba algo me ha respondido que su hijo no quiere que la suelte a jugar porque sube con marcas y arañazos…
En un viaje inesperado me he encontrado en el patio del colegio- aquellos patios sin asfaltar, llenos de tierra y piedras- con las rodillas raspadas, llenas de marcas y cicatrices de tantos juegos y carreras y he pensado…¿si no llego a jugar por miedo a llenarme de marcas, qué me hubiera perdido?
TODO
No podemos vivir la vida con miedo a rasparnos, a arañarnos, a que nos queden marcas, porque esas marcas, esas cicatrices que crecerán con nosotrxs, serán la huella palpable de la vida vivida. Ver pasar el tiempo y la vida desde una zona cómoda y algodonada simplemente sirve para eso…para pasar el tiempo, pero no para vivirlo.
Está claro, que a lo largo de nuestras vidas tendremos muchos tipos de cicatrices, unas tardarán más tiempo en curar, otras, harán mella en nosotrxs y se quedarán en el alma para toda la vida, pero también está claro que si no arriesgamos y no disfrutamos, de nada servirá llegar al final de nuestros días con las rodillas perfectas…
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