Las malas hijas

¿Qué es para ti ser una buena hija?

Esa es la pregunta del millón. Cuando definimos lo que es para nosotras una buena hija, estamos etiquetando y juzgando a través de nuestras vivencias, narrativas y miradas. No hay neutralidades. Todo lo aprendido en el sistema de origen sale a la superficie y desde ahí accede a nuestros recuerdos y aprendizajes haciendo que nos declinemos hacia lo que está bien o lo que está mal. Para cada una de nosotras esta pregunta tiene una respuesta.

Probablemente en tu mente surjan respuestas del tipo: una buena hijas es la que se come todo, la que estudia y saca buenas notas, la que no contesta, la que obedece, la que honra a su familia, la que se casa, la que tiene criaturas, la que cuida de su familia y de sus padres…la que trabaja dentro y fuera de casa y además puede con todo, la que lo hace todo bien, la que no olvida ningún cumpleaños, la que sale a divertirse pero con cuidado, la que siempre tiene una palabra amable en la boca, la que no se enfada y trata de poner buena cara ante las adversidades.

Imagina entonces lo que hay en la otra parte de la ecuación.

¿Conoces a alguien que cumpla todas estas normas y mandatos patriarcales?

Este aprendizaje no es banal, nos lo han metido en vena desde pequeñas, pero, no sólo a nosotras, lo arrastramos a través de nuestro sistema y va cayendo, como si de una cascada se tratase, de unas a otras.

Pero, ¿Qué hay de nuestros deseos, de nuestro placer, de nuestras opiniones, emociones, pensamientos, sensaciones? ¿Dónde queda todo esto si nos encorsetamos para encajar en el patrón de buena hija?

La mirada sistémica es importante, igual que lo es la mirada feminista y de género, para poner orden en los sistemas entendiendo de dónde vienen sus desajustes. De esto ya he hablado en otras ocasiones, pero además en esta ocasión es que, no sólo es necesario, es de obligada atención el hacerlo.

Muchas de esas buenas hijas lo fueron durante un tiempo. Su niñez se vio sometida a normas de comportamiento moral estricto. Toda una sociedad velaba porque no se salieran del carril. Los castigos estaban a la orden del día y se las reprimía para que encajaran en el modelo de mujer que un día serían para complacer al patriarcado y a sus señores esposos. Hablo de nuestras bisabuelas, abuelas y, en ocasiones, madres.

Aquí el feminismo importa y mucho. No tenían las mismas oportunidades unas clases que otras, aunque las mujeres estuvieran reprimidas en todas ellas. Unas pudieron estudiar, divertirse, tener experiencias prematrimoniales, quedarse embarazadas e incluso abortar. Otras no tuvieron esa suerte: no tuvieron acceso a estudios, trabajaban de sol a sol, a penas se divertían y en el caso de embarazo no había otra opción que abandonarlo, darlo en adopción o criarlos solas.

Vamos a hablar un poco más de estas últimas, sobre todo de aquellas que decidieron seguir sus instintos, sus deseos y salieron a divertirse, a tener experiencias sexuales, que pudieron también acceder a estudios aun perteneciendo a clases medias. Estoy hablando sobre todo de mujeres nacidas en la posguerra española. Esas mujeres que salían a kermeses, guateques y verbenas a bailar, a gozar, a sentir que estaban vivas!, pero que se daban de golpe y porrazo en la cara con la realidad: Las mujeres no tienen el mismo derecho que los hombres a divertirse.

Ellos salen impunes de todo, nosotras salimos, en el mejor de los casos desencantadas de la experiencia y en el peor, embarazadas sin haberlo querido ni buscado. Esas mujeres que llegaban a casa y anunciaban su «vergüenza» siendo expulsadas, dejadas en la calle, apartadas de sus familias y excluidas del sistema. Eran una apestadas sociales, habían acabado con la honra de los suyos y debían pagar por ello.

Para éstas, el sistema creó instituciones como El Patronato de protección de la mujer que «velaba» por ellas. Fundado en 1941 y vigente y en pie hasta 1984, el patronato recogía y encerraba a mujeres de moral dudosa, bien por denuncias de terceros o bien con el consentimiento de sus propias familias. Aquí estaban encerradas en condiciones lamentables y de explotación total hasta que tenían a sus criaturas, que sutilmente eran robadas para ser vendidas y entregadas a familias del régimen.

¿Te imaginas que estuvieras bailando con tus amigas y de repente viniera la guardia civil a detenerte y llevarte a un sitio desconocido con consentimiento de tu familia? Pues así pasaba. Mujeres tomando el sol en bikini, mujeres con minifaldas, mujeres en bares tomando copas, mujeres besándose con un hombre en la calle. MUJERES VIVIENDO LA VIDA.

Si se ponían rebeldes iban de cabeza a Ciempozuelos, al manicomio. Tratadas como locas por no pensar como el resto, por querer decidir por sus vidas y cómo vivirlas…¿Cómo se atrevían las muy rojas?

Y ahora la pregunta importante: ¿Qué tiene esto que ver con las Constelaciones familiares? Pues todo. Tanto el lugar que ocupaban estas mujeres en sus familias como excluidas de su sistema, como sus criaturas robadas y entregadas a otras familias. En los dos casos son excluidos de ese sistema y el trabajo es aceptarlos e integrarlos en él. También puede tener que ver si trabajamos el tema de la sexualidad o la maternidad.

No se sabe el número exacto de criaturas robadas y vendidas, lo que está claro es que esas personas, adultas ya en todos los casos, irán por la vida con un vacío sistémico. Algo les dice que les falta algo y eso puede traducirse en mucha sintomatología que no sabrán reconocer.

Pero también sigue habiendo una exclusión de un sistema mucho más grande: el mundo en el que vivimos, en el que a las mujeres, sólo por el hecho de serlo, se nos juzga, condena, castiga y aparta de criaturas por no ser lo que ese sistema espera de nosotras: SOMOS LAS MALAS HIJAS DEL PATRIARCADO

Por mi parte, a mucha honra!

Para las que se libraban y vivían una vida discreta también había adoctrinamiento: pasaban por el servicio social, por afiliaciones religiosas y si alguna se escapaba, pronto encontraron la solución en forma de programa radiofónico: Elena Francis.

Un programa que empezó como un radioventas de cosméticos y que acabó siendo una herramienta de control para las mujeres, que escarmentadas de ser denunciadas en muchos casos por sus confesores, decidieron hacer esas mismas confesiones públicamente pero de forma anónima. Lo malo es que las respuestas no eran acordes a sus necesidades, sino más bien acordes a lo que el régimen esperaba de ellas: que fueran buenas madres y buenas esposas. De ahí que las instaran a encomendarse a dios, a aguantar malos tratos, a dejar a posibles novios no convenientes…Lo peor de todo es que nunca existió esta Elena Francis, era un señor que, sin ninguna formación en psicología ni nada parecido, se dedicó a analizar y contestar a lo loco lo que se esperaba en aquella época. Espero que tenga una buena habitación en el infierno.

Ahora han encontrado a otro tipo de infuencers, hombres y mujeres que nos dicen cómo comportarnos, lo que debemos pesar, vestir, comer, beber…otro tipo de policía del patriarcado en versión digital y moderna. El caso es no dejarnos elegir.

Resumiendo, en cuanto a derechos hemos ganado muchos, pero aún nos queda mucho por conquistar en cuanto a equidad. En toda esta historia ningún hombre fue dañado, recluido o maltratado sólo por serlo y querer vivir su vida.

Ser mujer importa.

Y tú, qué clase de hija eres.

1 comentario en “Las malas hijas

  1. Avatar de Cristina

    y nos llegan en la lejanía los gritos contenidos de niños que deambulan entre tiendas de campaña.no ,no juegan , esperan que el cielo se abra y deje caer un regalo simple, pan, agua, una mirada con 🥵 calor que los reconforte.no lloran, ya se cansaron de llorar y no esta esa madre que con una mirada les acaricia el alma y les pueda acompañar.

    El destino está servido, y suena a poca libertad. Será que nuestra brújula se ha vuelto loca o pensamos que a nosotros no nos tocará.

    Gracias, semillas, mujeres de otra pasta y perfume, por recordárnoslo. 🫂 Gracias Mavi por tu bandera conciencial.

    C. Diaz 🫂

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