Llega el verano y con él la necesidad de ponernos en forma para lucir tipo en playas y piscinas, todo nos parece poco para ese momento y nos agarramos a todo tipo de dietas que nos hagan perder esos kilitos que hemos acumulado durante el largo invierno.
El abanico de dietas a nuestra disposición es de una gran variedad, desde las dietas ricas en carne y pescado de los esquimales hasta la dieta estrictamente vegetariana de algunos grupos del subcontinente indio, pasando por todas las combinaciones imaginables: Dukan, grupo sanguíneo….
Las dietas vegetarianas en sí mismas varían en gran medida y se distinguen distintas definiciones dependiendo del tipo de dieta:
- Frugívora: consistente en frutos secos o frescos, semillas, aceite vegetal y en algunos casos miel.
- Vegana o vegetariana estricta: basada estrictamente en vegetales y frutos, sin ningún producto de origen animal.
- Lacto vegetariana: dieta basada en vegetales, frutos y productos lácteos.
- Ovo-lacto vegetariana: basada en vegetales y frutos junto con productos lácteos, huevos y sus derivados.
Los motivos que llevan a restringir o evitar voluntariamente productos procedentes de animales son principalmente éticos, filosóficos, religiosos, culturales y por motivos de salud. Además, hoy en día, la mayor parte de la población mundial, particularmente en el tercer mundo, se alimenta exclusivamente o casi con una dieta vegetariana debido a que no pueden conseguir fácilmente productos procedentes de animales, mientras que verduras, frutos secos, semillas y fruta fresca es lo que tienen a su alcance.
Sin embargo, mucha de esta población, que vive a base de una dieta muy frugal, muestra un marcado nivel de actividad física y capacidad de rendimiento, así como longevidad.
Otra dieta que se ha puesto de moda en nuestro país es la del Doctor Dukan, método que tiene distintas fases y que con seguimiento médico da buenos resultados. Primero disgrega las proteínas de los hidratos de carbono y va poco a poco enseñando a comer sin mezclar.
Aunque no es una dieta en sí, aprender a comer dependiendo del grupo sanguíneo que tengamos también da buenos resultados. Esta «dieta» lo único que nos hace es la separación de alimentos según los tolera nuestro organismo pero en ningún caso nos dice cuánto de cada uno de ellos debemos ingerir para lograr nuestro objetivo.
Independientemente del método que utilicemos para ponernos en forma hay que recordar que lo mejor en cualquier caso es el apoyo médico. Necesitamos que nuestro médico de cabecera nos vaya haciendo un seguimiento para ver si todos nuestros niveles son óptimos, porque en muchos casos el realizar una dieta no cubre todas nuestras necesidades nutricionales:
- Las espinacas pueden perder la mitad de su contenido en vitamina C cuando se conservan a temperatura ambiental durante tres días.
- La lechuga pierde la cuarta parte de sus vitaminas A y C a los pocos días, a pesar de estar bien refrigerada.
- Las patatas precocinadas prácticamente carecen de vitamina C, a diferencia de las patatas frescas, que contienen una cantidad apreciable de esa vitamina.
- El zumo de naranja recién exprimido puede perder el 2% de su contenido en vitamina C cada día que permanezca en la nevera.
- Los alimentos frescos cocinados pueden perder hasta un 56% de sus nutrientes durante el proceso de elaboración.
- Los alimentos enlatados pierden hasta el 30% de sus nutrientes en el proceso de hervido, el 25% durante la esterilización, el 27% cuando pierden su jugo y el 12% en el recalentado.
- Los alimentos congelados pierden el 25% de los nutrientes en el proceso de hervido, el 19% durante la congelación, el 15% en la descongelación y el 24% durante su elaboración.
Viendo lo visto, lo mejor para estar en forma, no sólo en verano, sino durante todo el año es comer alimentos frescos, cocinándolos en el día, mantener un equilibrio entre los alimentos que ingerimos y hacer deporte (caminar media hora al día a paso rápido es casi suficiente). El único remedio infalible es comer dependiendo de lo que hagamos, es decir, si tenemos una vida muy ajetreada podremos comer algo más que si la llevamos sedentaria puesto que las calorías no se desgastan de la misma forma.
Y sobre todo no intentar agarrarnos a las dietas que nos lanzan desde revistas, dietas milagros, las que nos pasan los amigos…cada persona es un mundo y su metabolismo es único así que lo mejor a la hora de perder peso es que nos supervise un nutricionista que es quien mejor valorará cómo habremos de llevar a cabo el proceso.
A comer!! pero bien 😉
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