Este sábado en el taller estuvimos repasando los guiones de vida y el cómo colocarnos en un escenario diferente para cambiarlos. Lo hicimos ayudándonos de un cuento maravilloso y alguna dinámica vivencial para pasar la experiencia por el cuerpo.
Entre otras cosas salió el papel que adoptamos frente a algunas cosas en nuestra vida, un papel que nos lleva a la queja constante, ya que pocas veces nos conformamos con lo que tenemos, y que inevitablemente nos coloca en el victimismo. Si me paso el día quejándome de todo lo que tengo alrededor, porque nada me parece bien, estoy dando todo el poder de cambio al resto de las personas.
Paremos un momento a pensar…cuando me quejo de que algo va mal en mi vida, ¿dónde estoy poniendo el foco? en mí o en las demás personas? Porque si frente a algo que me molesta yo me digo a mí misma que no tengo la culpa de ello y por lo tanto soy inocente, estoy buscando a alguien culpable que lo solucione.
Pero, ¿hasta dónde llega mi responsabilidad en esa «culpa»?
Vamos a verlo con un ejemplo: Alguien sale de mi portal a primera hora con una bolsa de basura en la mano, se agacha a recoger algo que se le ha caído, deja la bolsa en el suelo y la olvida allí. Sale otro vecino detrás y piensa, qué cochina es la gente, dejan la basura en cualquier lado. Otra vecina que sale a trabajar en ese momento añade: la culpa es del conserje, que no está nunca en su sitio. Se une un vecino más que dice: la culpa es del ayuntamiento que ha recortado en servicios y están las calles que dan un asco tremendo…Todxs se quejan, pero ningunx hace nada, entonces, ¿qué responsabilidad tenemos en la queja? ¿Acaso no han eludido cada unx la responsabilidad de recogerla? Puedo tener dos respuestas a esa responsabilidad: la recojo y no me quejo más, o no la recojo y no me quejo más.
Una vez que he tomado una decisión frente al problema ya no hay sitio para la queja. O tomo cartas en el asunto, o lo dejo correr, pero ya no puedo debatir quién tiene la culpa y quién va a resolverlo.
Esa responsabilidad llevada a nuestro día a día y a nuestras relaciones pone el foco de atención en nuestra persona. Qué depende de mí para cambiar las cosas, y qué depende de las demás personas.
Quejarse es gratis, pero no sale gratis. Cada queja que nos llevamos puesta supone un desgaste de energía sobre nuestra mente y nuestra actitud. Si llevamos la mochila llena de herramientas para gestionar correctamente nuestra forma de movernos en el mundo, cada vez que nos encontremos con la bolsa de basura, lo más fácil, es agacharse a recogerla y seguir nuestro camino tan contentas, o quizás dar un salto y pasar por encima sin molestarnos en pensar ni un segundo en ella. Lo que no podemos de ninguna forma es colocarnos en la queja y dejar que otras personas tomen la decisión que nosotras no hemos sido capaces de tomar…
El victimismo no va a venir a sacarnos las castañas del fuego, pero la habilidad de responder correctamente a cada reto que se nos proponga sí.
Es más fácil cambiar nuestra actitud frente al mundo, que tratar de que el mundo sea como nosotras queremos que sea.
Miremos a la vida de frente, aprendamos a tomar decisiones inteligentes y dejemos las quejas por escrito, que las palabras se las lleva el viento.
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Espero que te sea de utilidad. A mí me fue: Alérgico a las balas https://dametresminutos.wordpress.com/2015/06/29/alergico-a-las-balas/
Un saludo cordial
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Gracias! en la misma línea de al acción frente a la reacción 😉
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