El sábado pasado tuvimos un nuevo taller para aprender a escuchar y gestionar nuestras emociones. Esta vez le toco a la ira.
La ira es una de las emociones básicas junto al miedo, la tristeza y la alegría. Dentro de estas emociones, la ira siempre se ha considerado una “mala emoción” por la sensación que nos produce y por eso normalmente tratamos de controlarla.
La emoción es algo que el cuerpo necesita y es neutra, el que reacciona es mi cuerpo, por lo tanto no se trata de controlarla para que no aparezca sino de regularla. Es energía en movimiento que hace reaccionar al organismo.
La ira es pues una emoción necesaria, que hace que en un momento dado y bien aplicada dejemos salir un rechazo por una injusticia, por dolor, por impotencia…
Es una emoción que nace entre los 18 meses y los 3 años de vida a fin de proporcionarla motivación y la energía para la etapa de individualización del desarrollo en que empezamos a afirmar nuestras diferencias.
Antes de que surja la ira, aparecen el enfado y la molestia, que son la mínima intensidad de la rabia. Justo en ese momento es cuando debemos gestionar lo que sentimos para no llegar a la explosión y que se convierta en ira.
«Tienes derecho a la emoción, no a hacer daño con ella»
También es una emoción que nos han negado a las mujeres, de ahí que no solamos mostrarla hacia afuera con naturalidad, nos han enseñado a encubrirla.
El factor común de la ira es la frustración. Cuando la energía del deseo que se encamina hacia su realización encuentra un obstáculo, la obstrucción produce una sobrecarga energética: el enfado
¿Qué nos produce ira?
La ira o rabia suele desencadenarse tras estar expuestas a diversos estímulos: Injusticia, dolor físico, frustración… y dependiendo de qué la provoque puede ser: destructiva, creativa, ofensiva, defensiva.
Solemos mostrarla tanto en el ámbito público como en el privado, incluyendo este último la que ejercemos sobre nosotras mismas. Podemos expresarla mediante gestos, violencia o palabras.
La utilizamos para protegernos de las dimensiones físicas, emocionales,intelectuales y espirituales de las relaciones.
Pero ¿Qué efectos tiene sobre nosotras?
Cuando alguien nos insulta o nos maltrata (ira ofensiva) de gesto o palabra, en nuestra conciencia se crea una formación interior, un nudo. Ese nudo estará ahí para la próxima vez que alguien diga o haga algo de la misma naturaleza.
Esos nudos van cristalizando y para aliviarlos debemos transformarlos y curarlos.
Hay quien golpea cojines o grita cuando está enfadada pero eso sólo alimenta más la agresividad. Cuando la ira nos inunda lo mejor es abrazarla, respirarla,intentar comprenderla. Es el momento de usar la mirada compasiva con nosotras mismas, reconocer que forma parte de nosotras y abrazar también esa parte.
“Decidme en que ocupáis vuestro tiempo y os diré de que está lleno vuestro corazón”
Una de las mejores maneras de encauzar nuestra ira es utilizando la comunicación no violenta (Marshall Rosemberg) que resumida en cuatro pasos esenciales vendría a ser:
- Observación de los hechos
- Expresión de los sentimientos
- Expresión de las necesidades
- Formulación de la petición
Cuando alguien hace algo que nos molesta y notamos que empieza a surgir nuestro enfado y de ahí nuestra ira, podemos utilizar estos puntos para hacerle llegar nuestra respuesta de forma clara e impecable. Añadamos también a esto la corporalidad relajada, un tono de voz amable, pausado, respetando los silencios y una mirada tranquila y sincera.
Con todos los ingredientes expondremos los hechos tal como son: «Esta tarde durante merienda has contado algo en el grupo que te había dicho sólo a ti y que no quería compartir con el resto». Después expondremos nuestros sentimientos: «Eso me ha hecho sentir vulnerable y frágil a los ojos de las demás y me he sentido defraudada». Más adelante expondremos nuestras necesidades: «Necesito poder confiar en ti porque eres mi mejor amiga y por eso te lo había contado sólo a ti». Para terminar haremos nuestra propuesta: «Te agradecería que a partir de ahora no contaras nada que te cuente de forma confidencial»
¿Parece sencillo, verdad? Pues no lo es tanto, porque realmente no nos han enseñado a regularnos de esta forma, pero todo se puede aprender!
También podemos utilizar esa ira de forma creativa: pintando, esculpiendo, componiendo…y ayudando! Si lo que te provoca ira tiene que ver con alguna injusticia social puedes tratar de paliarla colaborando para acabar con ella a través de alguna Asociación, Fundación, ONG…
Como broche final compartimos un cuento de ecología emocional: La ira deja señales (Aplícate el cuento), que dice así:
Se cuenta que había una vez una niña que siempre estaba malhumorada y de mal genio. Cuando se enfadaba, se dejaba llevar por su ira y decía y hacía cosas que herían a quienes tenía cerca. Un día su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que tuviera un ataque de ira, clavase un clavo en la puerta de su habitación. El primer día clavó treinta y siete. En el transcurso de las semanas siguientes el número de clavos fue disminuyendo. Poco a poco, fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira, que clavar clavos en la puerta de madera maciza.
Finalmente, llegó el día en que la niña no clavó ningún clavo. Se lo dijo a su padre y éste le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta.
Pasó el tiempo y un día le dijo al padre que ya había quitado todos los clavos.
Entonces, éste la cogió de la mano, la llevó hasta la puerta de la habitación y le dijo: Hija, lo has hecho muy bien, pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando una persona se deja llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como estas. Una herida verbal puede ser tan dolorosa como una herida física. La ira deja señales, ¡no lo olvides nunca!.
Fue un placer sentir la energía del grupo y compartir con vosotras una mañana preciosa!
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