¿Cómo nombro mi cuerpo? ¿qué valoración le doy? ¿cómo lo trato?
Vivimos en un sistema patriarcal que es el que nos muestra a través de mandatos y roles sociales cómo tenemos que ser las mujeres: altas, delgadas, perfectas, labios carnosos, pechos turgentes, caderas suaves, culo firme…y así en cada momento. De forma que, desde pequeñas, aprendemos a utilizar nuestros cuerpos como objetos, como fuentes de placer para otros, pero rara vez para nosotras mismas y de esa forma, muchas veces lo maltratamos: dietas salvajes, cirugía estética…También en esa lucha cuerpo a cuerpo, nos comparamos con las demás en una eterna carrera por ser las mejores.
El cómo nos dirigimos a nuestro cuerpo también cuenta. El lenguaje que utilizamos para nombrarlo o definirlo forma parte de ese trato y tal y como lo hagamos irá dejando huella en él, irá dejando recuerdos. Esos recuerdos, esas sensaciones que guardo en mi cuerpo, me provocan emociones, reminiscencias de algo que pasó por allí y que yo archivé en mi memoria: puede ser algo placentero como una caricia, o algo no tan placentero, como un abuso o agresión sexual. También por supuesto el cómo lo nombran otros deja cicatrices en nuestra memoria corporal.
Al igual que nuestra mente almacena recuerdos (fechas, teléfonos, direcciones, textos, canciones…) nuestro cuerpo también almacena, pero lo hace de otra forma (relaciones no satisfactorias, abusos, maltrato) Todos esos datos se quedan fijados en forma de zonas oscuras, aquellas que duele tocar, por las que duele pasar siquiera la memoria.
La mente es capaz de racionalizar y esconder ciertos recuerdos, esos que no nos hacen felices, los mete al fondo, los tapa bien, y se llega a olvidar de ellos. Por el contrario nuestro cuerpo nos recuerda cuando algo le ha hecho daño, cuando algo o alguien ha dejado su huella en él, cuando ha quedado alguna cicatriz, y lo hace de forma sutil, a veces imperceptible.
Volver a recuperar nuestro cuerpo en positivo nos lleva tiempo, el tiempo de escucharlo, de respetar su ritmo, de volver a conectar con nuestra esencia.
Para ello podemos ir simplemente redescubriéndonos a través de nuestros sentidos. Acariciarnos, descubrir nuestros olores, nuestros sabores e ir a través de esos sentidos cerrando heridas y positivizando todas aquellas zonas que muchas veces mantenemos a oscuras.
Para ello te propongo un pequeño ejercicio que puedes realizar en casa. Lo único que vas a necesitar durante todo el ejercicio es no dejar de conectar con tu respiración (es muy importante).
Descúbrete desnuda frente a un espejo, obsérvate y reconoce cada parte de tu cuerpo agradeciéndole que esté ahí, que forme parte de tu vida. Probablemente te vengan los juicios, las comparaciones y justo se trata de dejarlos atrás y continuar viviéndote desde la mujer que eres ahora.
Observa tu cara (frente, ojos, nariz, boca, orejas), tu cabeza (forma, pelo), tu cuello, hombros, brazos, pecho, vientre, vulva, piernas, espalda, culo, manos y pies. Para en cada parte y fíjala en tu retina. Comprueba los cambios que ha tenido tu cuerpo a lo largo de tu vida, y comprueba también todo lo que acompaña a ese cuerpo: lunares, cicatrices, manchas…hasta que tengas un mapa mental de cómo eres ahora.
En una segunda parte puedes reconocerte igualmente desnuda pero con los ojos cerrados. Te recomiendo que lo hagas en la cama, cómodamente tumbada, y vayas recorriendo tu cuerpo suavemente, volviendo a recuperar esa memoria corporal perdida de abrazos y caricias o simplemente conectando con el placer de reencontrarte contigo misma. Aquí puedes seguir investigando y tocando todo lo que te apetezca. Parte de tu autoconocimiento empieza por saber cómo eres, qué te gusta y cómo te gusta.
Conectar con nuestra sexualidad y nuestro placer también forma parte de la recuperación de nuestra memoria corporal e incluso ancestral. Nuestro sexo ha sido invisibilizado a lo largo de toda la historia e incluso a día de hoy, hay mujeres que no llegan a conocer o reconocer su anatomía y fisiología. Recuperar y positivizar nuestro sexo y sexualidad como fuente de vida y placer también forma parte de nuestra responsabilidad.
Empezar a conectar con nuestra esencia y con esas partes de nuestro cuerpo que dejamos en la sombra es empezar a vernos de nuevo, empezar a aceptarnos como somos. Sólo desde ahí podemos seguir creciendo.
Todo esto y mucho más es lo que hemos podido ver en los dos últimos talleres (26 de Octubre y 09 de Noviembre) en el que además tuvimos la ocasión de hacer una sanación del útero a través de nuestras ancestras para volver a conectar con nuestra esencia femenina.
Han sido dos grupos muy potentes a los que agradezco lo compartido y lo aprendido en ambas direcciones.
